Que juega a ser un maestro, pero sus seguidores son ciegos,
Iluso ajedrecista que cree tener el último movimiento,
No sabe que su destino ya se trazó desde el comienzo.
¿Cómo es que no piensa, cómo es que no razona?,
¿Cómo es que no sopesa la roca contra la que se azota?,
¿Es que no tiene orgullo, de si mismo no tiene celo?,
¿A ser fulminado en el fuego, es que no tiene miedo?
No es que no tenga miedo, lo que sucede es que es un necio,
Ya que no ha sopesado lo caro de su exceso,
Vanidad, y arrogancia, ese es su estandarte,
De la humildad esta lejos, de la humildad no tiene parte.
Con risas de victoria, se jactó en algún momento,
Porque pensó que su juego, ya estaba casi completo.
¿Cómo que es que no recapacitó, cómo es que no lo pensó?,
¿Cómo es que no dió pie atrás y no divisó tal perdición?.
¿Cómo es que pensaste que Jesús podría morir?,
¿Cómo es que pensaste que le vencerías colgándolo en una cruz?,
¿Es que realmente no sabias contra quien estabas peleando?,
¿No consideraste la eterna sabiduría a la cual estabas desafiando?
Es que el que te venció,
es en verdad el único Maestro,
que duchamente y a su favor,
usó tu siniestro e iluso juego,
como aquel añoso artista,
que con pasión toca su instrumento.
Igual a tu creador desde el principio quisiste ser,
Y cuando exiliado de los cielos fuiste,
a su humanidad tentaste para comprar y corromper.
Hermoso serías en este momento,
pero elegiste ser el padre de todo ser siniestro.
Ilusa criatura, corazón altivo, corazón soberbio,
tu fin se acerca, tu estocada ya fue hecha.
El Amante maestro, a su creación jamás abandonó,
La cruz con la que creíste habías vencido,
fue la redención que a precio de sangre mi vida compró.
Autor: Rafael Daviú P.
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